domingo, 27 de noviembre de 2011

Un Cuento Chino (Sebastián Borensteinz, 2008)




La figura de Ricardo Darin se ha transformado en uno de los alfiles del cine argentino. Mayormente de la mano de Campanella, sus personajes se han cimentado en la figura de una especie de  héroe de clase media, una simbólica reserva moral en una sociedad que carece de la misma en muchos de sus ámbitos. Pero también su calidad de actor lo ha hecho jugarse por papeles más oscuros y ambiguos. Piénsese en las dos obras únicas de Fabian Bielinsky, malogrado director que lo insertó en el papel de villano en Nueve Reinas, o el retraído personaje del Aura, un buen arquetipo del anti-héroe.

Aquí, en Un cuento Chino, Sebastián Borensteinz en le da un personaje complicado. Por que que Roberto no deja de ser el mismo personaje de películas anteriores, que vive en los suburbios de Buenos Aires, pero su carácter misántropo lo aleja del lugar convencional del mismo. En esa vida de ogro que lleva, aparecen dos hechos fundamentales, encontrarse con Jun, un oriental que se encuentra perdido y que decide llevar a su casa, y Mari (Muriel Santana), una mujer que vive en el campo y que se siente fascinada por la figura de él. Su vida es metódica y obsesiva, cuenta clavo por  clavo las cajas que  le mandan sus proveedores a su cerrajeria, cierra los ojos exactamente todas las noches a la misma hora, una disciplina que remite a un pasado militar y rígido. La llegada de Jun representa un estorbo que tiene que solucionar cuanto antes y  para eso se da un plazo solo de siete días.

La tragicómica historia de Borensteinz, representa un nuevo cine que logra complementar cantidad de espectadores con calidad de producto. No hay demasiados recursos ni ganchos fáciles con el espectador, lo que se celebra. Hay un descubrimiento actoral para mi que es el de Muriel Santana, y actores de reparto sólidos, ni hablar de ciertos encuadres y detalles que aportan a la narratividad de la historia. Quizá el único problema del film sea su descenlace. Borenteinz monta una escena poco creíble, que no para resolverse ni actoral ni narrativamente. No así su final, que pone otra vez al igual en que el Secreto de sus ojos, a Darin cruzando un alambrado en un campo, esta vez, no para encontrarse con el horror de aquella historia, acá, todo lo contrario.



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