miércoles, 23 de abril de 2014

La Gran Belleza: Retrato del Hastío








Cuando llegué a Roma, a los veintiseis años, me precipité demasiado rápido a aquello que se puede definir como el remolino de la mundanidad, pero yo no quería ser simplemente un hombre mundano, quería ser el rey de los mundanos.


Jep Gambardella, La gran belleza”



Jep Gambardella, como una es pecie de Marcello Mastroianni en La Dolce Vita venido a menos, camina por las mismas calles de Roma que caminó el personaje de Fellini, frecuenta la misma sociedad burguesa adinerada de la capital Italiana, en ella se repite la misma hipocresía y decadencia. La noche de la ciudad eterna, han absorvido gran parte de la vida de Jep, que se es un escritor que no escribe, que ni siquiera disfruta de su trabajo, solo deambula por una Roma en donde todo es mundanidad y aburrimiento. Pero a diferencia del Marcello de la Dolce Vita, en donde el personaje no parece sentirse a gusto en ningún momento, Gambardella parece disfrutar todo ese mundo, se entrega con desenfreno a una vida que lo consume, pero que de ningún modo quiere renunciar.

Sorrentino parece querer agregarle algo de profundidad a este periodista cultural hastiado de sí mismo y de su entorno, utilizando el recurso de la voz en off para deslizar todo el nihilismo del personaje, dándole más fuerza autoral y protagonismo. Pero no alcanza, las máximas con las que periodista destila en su derrotero por esa fauna que lo rodea, se convierten repititivas y forzadas, hay una utilización de la música que por momentos parece publicitaria. No es que esto no se vea en otras películas del director, pero aquí esa fórmula se utiliza hasta el cansancio. Visualmente La Gran Belleza es magnífica, travellings largos desmenuzan una ciudad que parece haber quedado arquitectónicamente varada en el tiempo. Que no solo conserva sus edificios representativos, sino también la presencia de la Iglesia Católica, representante y parasitaria de los sectores más pudientes. También hay escenas surrealistas como cuando una artista conceptual se lanza contra un muro, o cuando asistimos a una habitación dónde la gente saca número para colocarse botox. Todo un entramado de personajes que conforman un mundo grotesco y hermoso a la vez, hereditario de Fellini y el gran cine Italiano de los 60 y los 70.

No es ninguna sorpresa que Sorrentino haya ganado un Oscar con una de sus películas más edulcoradas. No me hubiera imaginado a Las consecuencias del amor o al Amigo de la familia películas muy superiores desde mi punto de vista, compitiendo por la estuatilla dorada. Igualmente La Gran Belleza no es una película simplona tampoco, pero me quedala sensación que el director no se animo más. Hay toda una intención filosófica que no termina de cerrar ninguna idea, como si al igual que el personaje, Sorrentino se quedara con encandilado con la propia belleza de sus paneos y olvidara que había una historia por contar. Entoncés, el film se transforma por momentos en un viaje turístico por Roma, que divierte por momentos y en otros, aburre demasiado.