La
figura de Ricardo Darin se ha transformado en uno de los alfiles del cine
argentino. Mayormente de la mano de Campanella, sus personajes se han cimentado
en la figura de una especie de héroe de
clase media, una simbólica reserva moral en una sociedad que carece de la misma
en muchos de sus ámbitos. Pero también su calidad de actor lo ha hecho jugarse
por papeles más oscuros y ambiguos. Piénsese en las dos obras únicas de Fabian
Bielinsky, malogrado director que lo insertó en el papel de villano en Nueve
Reinas, o el retraído personaje del Aura, un buen arquetipo del anti-héroe.
Aquí,
en Un cuento Chino, Sebastián Borensteinz en le da un personaje complicado. Por que
que Roberto no deja de ser el mismo personaje de películas anteriores, que vive en los suburbios de Buenos Aires, pero su
carácter misántropo lo aleja del lugar convencional del mismo. En esa vida de
ogro que lleva, aparecen dos hechos fundamentales, encontrarse con Jun, un
oriental que se encuentra perdido y que decide llevar a su casa, y Mari (Muriel Santana), una mujer
que vive en el campo y que se siente fascinada por la figura de él. Su vida es
metódica y obsesiva, cuenta clavo por
clavo las cajas que le mandan sus
proveedores a su cerrajeria, cierra los ojos exactamente todas las noches a la
misma hora, una disciplina que remite a un pasado militar y rígido. La llegada
de Jun representa un estorbo que tiene que solucionar cuanto antes y para eso se da un plazo solo de siete días.
La
tragicómica historia de Borensteinz, representa un nuevo cine que logra
complementar cantidad de espectadores con calidad de producto. No hay
demasiados recursos ni ganchos fáciles con el espectador, lo que se celebra.
Hay un descubrimiento actoral para mi que es el de Muriel Santana, y actores de reparto sólidos,
ni hablar de ciertos encuadres y detalles que aportan a la narratividad de la historia.
Quizá el único problema del film sea su descenlace. Borenteinz monta una escena
poco creíble, que no para resolverse ni actoral ni narrativamente. No así su
final, que pone otra vez al igual en que el Secreto de sus ojos, a Darin
cruzando un alambrado en un campo, esta vez, no para encontrarse con el horror
de aquella historia, acá, todo lo contrario.
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