miércoles, 20 de abril de 2011

Nadar Solo: Diseño de Interiores


Martín es un chico que vive en Capital y quiere ser baterista. Un día recibe el llamado de un ex-compañero de departamento de su hermano, quién aún  guarda pertenencias del mismo.  Su hermano, es una incógnita no develada, casi ni siquiera para el propio Martín, solo sabemos de su ausencia. Pero a partir de ese llamado, se despierta en él  un interés por saber de su paradero.

Alguna vez escuche a Raúl Perrone decir de manera militante que quería hacer que su cine y el cine cada vez se parezcan a la realidad, Acuña parecería querer hacerle honor a esa idea. En su cine no una búsqueda del artificio, de embellecer la realidad, sin embargo parece conseguir todo lo contrario. El retrato que propone de la adolescencia, o en este caso, de una generación, no es armado. Aquí no hay poses, ni clichés, nada que se le parezca, la vida de Martín podría ser la de cualquier joven en cualquier ciudad, en cualquier país. Acuña es de esos directores que ponen énfasis en la narración y no en la historia, a medida que avanza la película nos damos cuenta que en realidad la búsqueda de su hermano por momentos se ira diluyendo, se perderá en el trajín de la vida suburbana, los encuentros, los amigos, la vida escolar.
Martín se encuentra con gente que conoció a su hermano, novia, amigos, ex-compañeros de piso, en cada encuentro trata de sacar la más mínima información, a su vez irá llenando esos espacios que su hermano dejó en cada persona, tratando de justificar sus acciones, sus motivos.
Al igual que en su película posterior, Cómo un avión estrellado, Ezequiel Acuña construye un personaje por demás de auténtico y creíble, lejos de cualquier convención sobre los jóvenes, Martín simplemente es. La mirada lacónica de su cine, de las relaciones humanas, y del mundo en general, generan por momentos una angustia que contrasta con una ciudad claustrofóbica, de espacios cerrados y relaciones fugaces.  Nadar Solo, de a poco, se transforma en una experiencia cinematográfica pura, dónde al igual que el protagonista, nos sentimos sumergidos en una historia que parece viajar a la deriva, dónde no hay giros argumentativos ni picos dramáticos.
Acuña se sitúa dentro de una generación de directores que pretenden contar algo sin explicarlo, confrontando con el cine discursivo de los 80, apelando a la imagen como formato primordial en el cine.
Tal vez muchas películas se han hecho sobre buscar un lugar en el mundo, tal vez muchas sobre jóvenes conflictivos, pero seguramente pocas de la sinceridad de “Nadar Solo”.