Cuando
llegué a Roma, a los veintiseis años, me precipité demasiado
rápido a aquello que se puede definir como el remolino de la
mundanidad, pero yo no quería ser simplemente un hombre mundano,
quería ser el rey de los mundanos.
Jep
Gambardella, La gran belleza”
Jep Gambardella, como una es pecie
de Marcello Mastroianni en La Dolce Vita venido a
menos, camina por las mismas calles de Roma que caminó el personaje
de Fellini, frecuenta la misma sociedad burguesa adinerada de la
capital Italiana, en ella se repite la misma hipocresía y
decadencia. La noche de la ciudad eterna, han absorvido gran parte de
la vida de Jep, que se es un escritor que no escribe, que ni siquiera
disfruta de su trabajo, solo deambula por una Roma en donde todo es
mundanidad y aburrimiento. Pero a diferencia del Marcello de la Dolce
Vita, en donde el personaje no parece sentirse a gusto en
ningún momento, Gambardella parece disfrutar todo ese mundo, se
entrega con desenfreno a una vida que lo consume, pero que de ningún
modo quiere renunciar.
Sorrentino parece querer agregarle
algo de profundidad a este periodista cultural hastiado de sí mismo
y de su entorno, utilizando el recurso de la voz en off para deslizar
todo el nihilismo del personaje, dándole más fuerza autoral y
protagonismo. Pero no alcanza, las máximas con las que periodista
destila en su derrotero por esa fauna que lo rodea, se convierten
repititivas y forzadas, hay una utilización de la música que por
momentos parece publicitaria. No es que esto no se vea en otras
películas del director, pero aquí esa fórmula se utiliza hasta el
cansancio. Visualmente La Gran Belleza es magnífica, travellings
largos desmenuzan una ciudad que parece haber quedado
arquitectónicamente varada en el tiempo. Que no solo conserva sus
edificios representativos, sino también la presencia de la Iglesia
Católica, representante y parasitaria de los sectores más
pudientes. También hay escenas surrealistas como cuando una artista
conceptual se lanza contra un muro, o cuando asistimos a una
habitación dónde la gente saca número para colocarse botox. Todo
un entramado de personajes que conforman un mundo grotesco y hermoso
a la vez, hereditario de Fellini y el gran cine Italiano de los 60 y
los 70.
No es ninguna sorpresa que
Sorrentino haya ganado un Oscar con una de sus películas más
edulcoradas. No me hubiera imaginado a Las consecuencias del amor
o al Amigo de la familia películas muy superiores desde mi
punto de vista, compitiendo por la estuatilla dorada. Igualmente La
Gran Belleza no es una película simplona tampoco, pero me
quedala sensación que el director no se animo más. Hay toda una
intención filosófica que no termina de cerrar ninguna idea, como si
al igual que el personaje, Sorrentino se quedara con encandilado con
la propia belleza de sus paneos y olvidara que había una historia
por contar. Entoncés, el film se transforma por momentos en un viaje
turístico por Roma, que divierte por momentos y en otros, aburre
demasiado.